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El peso y la actividad física: dos factores en el aprendizaje infantil

Los niños con peso normal y una práctica cotidiana de actividad física rinden mejor en los exámenes que los niños demasiado delgados o con sobrepeso y sin actividad física.

Un estudio comprobó que aquellos que realizaban actividades físicas con regularidad tenían un aprendizaje mejor que aquellos sedentarios, y que el mismo resultado se veía al comparar niños de peso normal y niños con sobrepeso.

La pediatra Catherine L. Davis, de Georgia Regents University, sumó con este trabajo un fuerte argumento a su intensa defensa de que las actividades físicas deben ser consideradas curriculares, tanto para mejorar el futuro intelectual de los estudiantes como para luchar contra el problema de la epidemia de gordura en niños que se sufre en los Estados Unidos.

«El aumento en el sobrepeso y la obesidad infantil en las últimas décadas ha alimentado la preocupación por la relación entre la salud física y la mental de los niños», plantearon Davis y otros investigadores en «Independent Associations of Physical Activity and Weight Status with Children’s Cognitive Functioning» («Asociaciones independientes entre actividad física y estado de peso en los niños y su función cognitiva»).

«Existe la preocupación generalizada de que los cambios ambientales afianzados que subyacen a la epidemia de obesidad no sólo perjudican la salud física de nuestra juventud sino también sus conocimientos y sus logros académicos».

Esos cambios ambientales —horas de sedentarismo debidas a la televisión, las computadoras y los dispositivos móviles, por ejemplo— afectan también a los niños de peso normal: «La actividad física habitual no se debe confundir con la buena forma física», aclararon los investigadores. La actividad física es una conducta: movimientos del cuerpo que gastan energía. En cambio el buen estado físico es la respuesta del cuerpo a diferentes factores, entre lo que se puede contar la actividad física.

«La pregunta que este artículo formula, que no ha sido formulada antes, es si sólo el buen estado físico influye la habilidad cognitiva en los niños», dijo Davis en una declaración para la prensa.

La respuesta fue reveladora: «Descubrimos que tanto el peso como la actividad física tienen importancia». Los dos factores que afectan a la salud de los niños, con independencia entre sí, afectan también su capacidad de aprendizaje.

El estudio, difundido en la publicación académica Pediatrics Excercise Science, sometió a 90 niños a exámenes. Aquellos con peso normal y alguna práctica deportiva obtuvieron mejores resultados que aquellos con peso normal y sedentarismo, y que aquellos con sobrepeso y sedentarismo.

Más capacidad para resolver problemas y más atención

Davis —profesora del Departamento de Pediatría y de del Fisiología en Georgia Regents University— y el resto del equipo de investigadores convocaron a 45 niños de entre siete y 11 años con peso normal; de ellos, 24 realizaban actividades físicas (natación, gimnasia, fútbol, tenis o danzas durante más de una hora por semana) y 21, no. También convocaron a otros 45 niños, de la misma edad, con sobrepeso y sin ejercicio o deporte alguno.

Como se esperaba, los 24 niños de peso normal tenían un índice de masa corporal (IMC) menor, menos grasa acumulada y un ritmo cardíaco más bajo que el de los niños con sobrepeso y sin actividad física.

Pero la medición central de los investigadores —y por la cual obtuvieron resultados— fue la evaluación de todos los participantes mediante el Cognitive Assessment System (CAS, sistema de evaluación cognitiva), una prueba para menores de cinco a 17 años que considera las conductas inteligentes como el conjunto de cuatro acciones de conocimiento básicas: la planificación, la atención, el procesamiento sucesivo y el procesamiento simultáneo.

Las ventajas que otorgaban el cruce entre actividad física y peso normal se confirmaron.

El grupo de niños que juntaba ambos requisitos obtuvo nueve puntos más que los demás en planificación (por ejemplo, actividades para buscar soluciones y desarrollar estrategias empleando conocimientos) y ocho puntos más en su capacidad de atender.

Por otro lado, el factor del peso en sí marcó diferencias propias: entre los niños inactivo, los de peso normal obtuvieron 12 puntos más en atención que los de peso excesivo.

Por último, un factor llamó la atención de Davis especialmente: los niños de peso normal que realizaban algún deporte o rutina física obtuvieron 11 puntos más en planificación y siete en atención que los de peso normal sedentarios.

«La actividad marca una diferencia inclusive entre los niños de peso normal», dijo la investigadora del Instituto de Prevención de la Escuela Médica de Georgia Regents University.

El ejercicio no resta horas de estudio: las mejora

«La buena noticia es que, con ayuda de las familias y de las escuelas, los niños tendrán tiempo de hacer cambios saludables para su estilo de vida que pueden cambiar la trayectoria de su peso», agregó. «Estos niños todavía están creciendo. Si pueden eliminar algunas de las calorías vacías de su dieta y tomarle el ritmo a la actividad física, podrán crecer dentro de su peso».

Davis, que ha dedicado su carrera a explorar este campo, se propone estudiar cómo la actividad física afecta a los niños con sobrepeso: si aún ellos se podrían beneficiar, desde el punto de vista del aprendizaje, de practicar deportes.

En otros ensayos clínicos, la especialista demostró que 20 minutos de ejercicio aeróbico por día mejoraba el estado físico y reducía la gordura y el riesgo de diabetes en niños con sobre peso, más allá de su origen étnico, sus antecedentes familiares o si existían ya síntomas de prediabetes. «Las escuelas podrían implementar programas para incluir 20 minutos de actividad física vigorosa durante la jornada estudiantil», argumentó. Y en 2011 publicó un estudio que mostró que cuanto más ejercicio regular, mejor capacidad para pensar, planificar y calcular: los niños con sobrepeso, antes inactivos, que realizaban ejercicio durante 40 minutos por día superaron en los resultados a los que realizaban 20 minutos de ejercicios. Dijo entonces: «¿El ejercicio es una varita mágica que los convierte en niños delgados y saludables? No. Siguen siendo niños con sobre peso. Pero con menos, y con menos grasa; y con un metabolismo mejor y una mayor capacidad para enfrentar la vida».

«LA ACTIVIDAD FÍSICA HABITUAL NO SE DEBE CONFUNDIR CON LA BUENA FORMA FÍSICA»

En los Estados Unidos las tasas de obesidad e inactividad en los niños carecen de precedentes, y afectan gravemente su salud —y el sistema sanitario— porque han causado una epidemia de diabetes de tipo 2, la que no se hereda sino que se desarrolla, y que hasta hace poco se restringía a loa adultos. Además, los niños con sobrepeso tienen un rendimiento un poco menor, según datos del sistema educativo, que los de peso normal, en promedio.

«La actividad física regular puede ser necesaria para que los niños funcionen con todo su potencial. Esto puede ser particularmente importante para niños con sobrepeso o con un estado físico pobre, quien por ende se encuentran en desventaja», observó el trabajo. «Los cambios en el cerebro consistentes con una mejora de la función neuronal en respuesta a programas de actividad física se han demostrado en niños de peso normal y con sobrepeso».

Para Davis, la importancia de este y otros estudios que apuntan en la misma dirección es la posibilidad de «persuadir a los responsables de trazar políticas públicas, a las escuelas y a las comunidades de que el tiempo que se dedica a las actividades físicas mejora, en lugar de restarle algo, al aprendizaje», dijo.

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