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COLUMNA: Se acerca el fin de ciclo

Por:José Rafael Vilar
Consultor Político Internacional

No podría entenderse la expansión de la revolución bolivariana sin el boom de los precios del petróleo.

Latinoamérica ha vivido ciclos políticos con mucho de caudillismo, plagados de épocas dictatoriales (caudillos a veces descarnadamente militares y otras, vestidos de civilismo como José María Velasco Ibarra en Ecuador y Getúlio Dornelles Vargas en Brasil); con ciclos liberales y conservadores que marcaron mucho de los siglos 19 e inicios del 20; el de las redemocratizaciones iniciado en Venezuela en 1958, que en cortos años dio un mapa de gobiernos democráticamente electos, lamentablemente muy corto en general; el de las guerrillas (de diversas tendencias ideológicas, pero al menos en el inicio, comprometidas por reivindicaciones sociales, muchas motivadas y promovidas por la triunfante en Cuba de 1959) que se inicia en los 60 y llega hasta hoy; el nefasto entre 1970-1980 de los gobiernos del Plan Cóndor, la tenebrosa multinacional represora clandestina de las dictaduras de Chile, Brasil, Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay (y, eventualmente, las “dictablandas” de Ecuador y Perú y las democracias de Venezuela y Colombia); la nueva redemocratización, iniciada en 1982 en Bolivia y continuada por Argentina; y la etapa neoliberal, experimentada por las dictaduras en Chile y Argentina durante los años 70 y ampliamente promovida en la región entre 1985 e inicios de los años 2000; hasta llegar a la revolución bolivariana, principalmente luego de 2002.

Esta introducción es para entender el sentido etápico del bolivarianismo post 1999 que se nutrió de diversas fuentes: el marxismo-leninismo del castrismo cubano; la revolución permanente del Foro de São Paulo; el marxismo de la Fundación CEPS española (generatriz de Podemos) y; con mucho su bandera, el socialismo del siglo 21, que le ofreció un discurso marxista “nuevo” (a pesar de sus innumerables “costuras” decimonónicas o fracasadas en el veinte), simple y atractivo que provocaba menos rechazo que otro eminentemente marxista-leninista.

Tampoco podría entenderse la expansión latinoamericana de la revolución bolivariana sin el boom de los precios del petróleo ni el fracaso del periodo neoliberal. En 2008, en plena crisis estadounidense y en el Oriente Medio, el barril de crudo subió a 144 dólares. Ese año el bloque Alba-TCP (fundado por Cuba y Venezuela en 2004) gobernaba en Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Honduras (además de algunos países caribeños); poco después recibió el apoyo tácito del gobierno del FMLN en El Salvador y del Frente Guasú en Paraguay y, con los gobiernos miembros del Foro de São Paulo (incluyendo a Argentina, Brasil y Uruguay), marcaban el paso ideológico en Latinoamérica.

Gracias a sus abundantes petrodólares, Hugo Chávez Frías pudo empezar su sueño, fracasado para la Revolución cubana, de separar Latinoamérica de Estados Unidos creando, primero, Petrocaribe en 2005 con beneficios para países importadores de petróleo; y a la vez un importante instrumento de mediación política que ese mismo año sirvió para elegir como secretario general de la OEA al candidato bolivariano, Unasur en 2008, hoy sin secretario general desde enero pasado, y la CELAC en 2011 en contraposición a la OEA, hoy prácticamente desaparecida tras la actuación de Luis Almagro Lemes frente al madurismo.

En la actualidad los gobiernos del Alba son Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua; y solo El Salvador le apoya, el Foro de São Paulo ya no gobierna en Argentina ni en Brasil, y el petróleo venezolano está a $us 45,54 el barril. Huelga hablar de declive político.

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