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Evolución de la MS13 en Honduras y El Salvador

Honduras.- Recientes entrevistas con líderes de las pandillas de Honduras y El Salvador dejan claro que la pandilla callejera MS13 se está transformando en una organización criminal más sofisticada, abandonando la práctica de la extorsión e incursionando en el tráfico de drogas transnacional como una manera de obtener recursos.

En algunas áreas del empobrecido y polvoriento barrio de Choloma, en las afueras de San Pedro Sula, Honduras, varios niños se dirigen por una carretera sin pavimentar a un centro comunitario donde reciben una pequeña taza de sopa y pan, que a menudo es su principal porción de nutrición diaria.

Varios negocios nuevos se han trasladado al barrio porque consideran que es más seguro y que allí no son víctimas de las extorsiones, a diferencia de otras áreas cercanas y más violentas, donde habitualmente los negocios están obligados a pagarle un «impuesto de guerra» mensual a la pandilla Barrio 18. Los negocios, sobre todo en los sectores informales e ilegales, ofrecen mayores oportunidades de empleo, e incluso algunos empleadores buscan la manera de que las madres solteras puedan trabajar desde sus casas mientras cuidan a sus hijos. No se tolera la delincuencia en el barrio, y el improvisado sistema jurídico es ágil para impartir justicia.

Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Center for Strategic and International Studies' Americas Program. Se reproduce aquí con permiso. Vea el original aquí.

Estas no son obras de los aparatos de un Estado largamente ausente, que intenta construir un futuro mejor para sus ciudadanos más pobres y vulnerables. Por el contrario, los proveedores de los servicios son miembros de la violenta pandilla Mara Salvatrucha (MS13), que controla amplias franjas del territorio del Triángulo Norte de Centroamérica —Honduras, El Salvador y Guatemala—.

La decisión de sectores importantes de la MS13 de proveer servicios sociales y ganarse la lealtad de la comunidad por medios distintos al terror es un cambio importante, y quizá determinante, de las pandillas transnacionales. Podría indicar que uno de los principales generadores de violencia, en una de las regiones más violentas del mundo, se está transformando en una fuerza política más madura que rivaliza directamente con el Estado no sólo por el control territorial, sino también por obtener legitimidad y gobernabilidad. Esta evolución se debe en gran parte a los mayores recursos financieros de la pandilla como producto de una creciente participación en el transporte de cocaína por la región, y particularmente en Honduras.

Esta evolución hace que enfrentar a las pandillas sea un verdadero «dolor de cabeza» para los gobiernos y la población del Triángulo Norte, lo cual significa que se trata de un problema multifacético y que involucra varios problemas interdependientes que deben abordarse simultáneamente. Este tipo de problemas rara vez se solucionan, pero a veces se puede lograr reducirlos para que dejen de ser una amenaza para la existencia del Estado.

Los frustrados métodos de los gobiernos para hacer frente al auge de las pandillas y a su creciente control geográfico han incluido desde severas represiones hasta el encarcelamiento masivo, pasando por el enfrentamiento militar directo y las negociaciones. Cada una de estas alternativas ha fracasado estrepitosamente, lo que ha contribuido a que los tres países del Triángulo Norte ocupen constantemente los cinco primeros lugares en las listas de tasas de homicidios en el mundo.

El dolor de cabeza generado por las pandillas se ve exacerbado por el hecho de que los gobiernos de la región han mostrado poca voluntad o interés político por enfrentar los síntomas visibles del problema de las pandillas, o incluso los problemas estructurales subyacentes que promueven el ciclo destructivo de la violencia, la impunidad y la ausencia de Estado. Es probable que los desafíos se hagan mucho más complejos en un futuro cercano, a medida que la MS13 continúe su evolución.

La transformación de la MS13 en San Pedro Sula no está motivada por el deseo de la pandilla de detener el comportamiento violento de sus miembros ni la cultura de la muerte, o de reintegrarse a la sociedad como ciudadanos productivos. La pandilla sigue apoderándose del territorio por medios violentos —a menudo en connivencia con la policía— e imponiendo su propia justicia mediante las armas.

Lo que ha cambiado es el nivel de conciencia política de la pandilla y el creciente deseo de ser no sólo una poder político que busca vender su voto al mejor postor, sino una entidad gobernante de hecho, para llenar el vacío que se ha generado por mucho tiempo debido a la ausencia de Estado.

En recientes visitas a pandilleros en sus territorios en San Pedro Sula, así como a los líderes de las pandillas tanto en San Pedro Sula como en San Salvador, El Salvador, se pudo constatar la evolución del pensamiento político de la pandilla en múltiples frentes, así como los beneficios políticos que la agrupación busca.

En los últimos tres años ha habido un debate importante sobre qué son las pandillas transnacionales centroamericanas, cómo encajan en las estructuras del narcotráfico regional y qué aspiraciones políticas tienen, si es que las tienen. Dado que la investigación de campo es peligrosa y el acceso a los miembros de las pandillas es cada vez más limitado después de la tregua en El Salvador entre las dos principales pandillas en 2013, es claro que nadie tiene la verdad ni puede tener una visión clara de todo el panorama.

Sin embargo, por mucho tiempo se ha sabido que las «clicas» que controlaban el espacio físico requerido por los grupos de tráfico de cocaína para transportar sus productos se beneficiaban de este comercio ilegal. En ello han participado tradicionalmente clicas como los Locos de Hollywood, los San Cocos, los Fulton Locos, y otras que con algo de suerte y gracias a las circunstancias han podido llegar a negociar tarifas relativamente altas para que los transportistas puedan pasar sin riesgo alguno. Pero lo que ahora está claro es que partes importantes de la pandilla MS13 están transformando tanto sus vínculos con las estructuras del tráfico regional de cocaína, mediante el control de los cargamentos, así como su conciencia y sus ideas políticas.

Es demasiado pronto para determinar si la transformación de la pandilla será profunda, aunque la observación empírica y las recientes visitas a barrios controlados por las pandillas sugieren que, al menos en gran parte de San Pedro Sula, la MS13 ha hecho avances importantes, cuyo retroceso sería costoso.

El paso más importante que ha dado la MS13 en San Pedro Sula —estableciendo un marcado contraste con su principal rival, la pandilla Barrio 18— es abandonar la abusiva práctica de cobrarles impuestos a los residentes y a los pequeños negocios en los barrios controlados por la pandilla. Estas extorsiones, llamadas «vacunas» o «impuesto de guerra», eran una de las prácticas más despreciadas por los residentes locales, por lo que los pandilleros eran generalmente rechazados en la propia población donde vivían.

Aunque por mucho tiempo la MS13 prometió públicamente buscar un recurso diferente a la extorsión como forma de aumentar los ingresos para sostenerse, sólo ahora la pandilla ha comenzado a cumplir tal promesa. La razón es sencilla: un creciente número de clicas de la MS13 controla el espacio geográfico necesario para transportar cocaína desde el puerto, atravesando la ciudad, para luego llevarla a Guatemala. Las clicas de MS13 que controlan las rutas no son las dueñas del producto, sino que se encargan de la cocaína en una etapa importante de su transporte hasta el propietario, generalmente el Cartel de Sinaloa.

Según los miembros de la MS13, el acuerdo es sencillo: la pandilla permite que la cocaína sea libremente transportada por sus barrios, situados a lo largo de rutas de tránsito claves, a cambio de un pago. Parte de este valor se paga en cocaína, que luego la pandilla vende en sus áreas de control. Los pagos y la venta de cocaína generan más ingresos que la extorsión, y a un costo mucho menor.

Pero la generación de un flujo de ingresos alternativos con un costo político mucho menor no sucede en el vacío, lo que indica que los esfuerzos financieros forman parte de un plan más grande y coherente de la pandilla para convertirse en un poder político. Los incipientes programas sociales de la pandilla, como proveer alimentación a los niños y los ancianos de forma regular, han estado acompañados de otras medidas. Una de ellas es la imposición de un régimen de seguridad, mediante el cual los rateros son exiliados o asesinados, o el maltrato conyugal es investigado para luego imponer castigos a la parte considerada culpable. Otra medida es la promesa de la pandilla —que hasta ahora ha sido cumplida— de proteger a los residentes contra incursiones de otras pandillas o grupos armados. En resumen, las pandillas ejercen la función del Estado de monopolizar el uso de la fuerza.

Dado que la seguridad es la principal preocupación de los ciudadanos, estas acciones de la MS13 han generado un extraño nivel de tranquilidad en algunos barrios, y son vistas como un alivio en medio de la incompetencia o la indiferencia del gobierno.

Curiosamente, los líderes de MS13 en El Salvador, tradicionalmente los que establecieron la agenda regional para la pandilla y dieron inicio a las operaciones financieras, reconocen que no han logrado dar el salto cualitativo que han tenido sus compañeros de San Pedro Sula. La razón principal, según dijeron tres líderes en entrevistas recientes, son los conflictos internos y los enfrentamientos entre pandillas en El Salvador, que han convertido a gran parte del país en una zona de fuego libre. La evidencia más visible de ello es la creciente tasa de homicidios de este año, que pasó de 330 homicidios al mes (un alarmante promedio de 11 por día) a 907 en agosto —un récord de 30 asesinatos al día—. Esto hace de El Salvador el país más violento del mundo, aunque no está en guerra.

La violencia es generada por múltiples factores, entre ellos el deseo de la MS13 de quitarles las rutas del transporte de cocaína a las tradicionales redes de transportistas. Esto ha llevado a una batalla sangrienta debido a que las estructuras tradicionales tienen profundos lazos con las élites políticas, así como con la policía y los militares. Esta dinámica, a su vez, ha desencadenado una avalancha de asesinatos y represalias entre la MS13 y el sector de la seguridad pública (incluyendo los «grupos de exterminio» oficialmente tolerados, es decir, grupos armados que llevan a cabo ejecuciones extrajudiciales de pandilleros). Finalmente, la MS13 ha pactado una inusual alianza con sus rivales de la facción Los Sureños de la pandilla Barrio 18, y ambos están llevando a cabo una cruenta guerra contra la facción Revolucionarios de la pandilla Barrio 18. Esta última se fragmentó en 2012, debido a diferencias tácticas durante la tregua de pandillas.

Este constante fuego cruzado ha impedido que la MS13 tome en El Salvador las medidas sociales y económicas que ha tomado la facción de San Pedro Sula. Pero el constante enfrentamiento armado podría dar lugar a un nuevo y peligroso tipo de transformación política y militar. En octubre de este año, en una redada a un refugio de MS13, la policía encontró varios documentos impresos, tomados de Internet, referentes a las tácticas militares de Al Qaeda, ISIS y las FARC. Esto no quiere decir que exista un vínculo entre las pandillas y alguno de estos grupos, sino que la MS13 está haciendo una búsqueda activa de la literatura de estos grupos terroristas para expandir su capacidad operativa. Dicha investigación es algo nuevo, y a la vez es un indicador de que los dirigentes de las pandillas tienen un pensamiento más creativo, que podría tener repercusiones políticas.

La pandilla MS13 está pasando rápidamente de ser un grupo que solía recurrir únicamente a la violencia, el terror y la extorsión para lograr sus objetivos, a ser una estructura política y militar más sofisticada, capaz de tener control territorial y de desafiar la legitimidad del Estado mediante nuevas formas. Por primera vez esto incluye, en barrios donde la MS13 es la autoridad, programas sociales modestos pero visibles, manteniendo el orden público y aplicando recursos judiciales básicos pero efectivos para solucionar los problemas locales. Esto va acompañado de una creciente sofisticación militar que ha creado, tanto en El Salvador como en Honduras, un poder que puede enfrentar al Estado y mantener el control del territorio.

No está claro qué tan sostenibles son las estructuras y estrategias de la pandilla. Pero los gobiernos centroamericanos carecen de estrategias estatales eficaces para combatir a la MS13, de esfuerzos significativos para establecer su legitimidad en las zonas de ausencia de Estado, de verdaderos esfuerzos para frenar el crecimiento financiero de la pandilla y sus vínculos con organizaciones de narcotraficantes, y de la visión y la voluntad para ofrecer alternativas viables ante el crecimiento de la pandilla, por lo que es muy probable que ésta continúe su enorme y peligroso crecimiento.

* Farah es el presidente de IBI Consultores y miembro principal de International Assessment and Strategy Center. Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Center for Strategic and International Studies’ Americas Program. Es reproducido con permiso.

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