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“Vi mi futuro como la peor pesadilla de todas”, son las palabras de Vanesa, con voz entrecortada

Periodista: Gabriel Ortiz

Vanesa, a quien obviamos su nombre completo por respeto, es una joven de 24 años, residente en la colonia Australia de Comayagüela, a quien la vida no le ha sido muy fácil según ella lo relata, “ser madre a los 15 años no es nada bonito, comenzaba a disfrutar mi vida y la pobreza ocasionó lo que al principio creí que era una desgracia”, aseguró.

Cuando solo era una niña y comenzaba sus estudios secundarios en un instituto público de la capital, quedó embarazada, esto producto de la necesidad económica en la que vivía y el engaño y aprovechamiento de un hombre adulto de 38 años de edad.

“Mi mama no podía cubrir todos los gastos de mi casa, vivíamos en una pobreza extrema, somos 4 hermanos y a veces comíamos con solo dos huevos y cinco lempiras de tortillas, muchas veces faltaba al colegio porque no habían ni 10 lempiras para el pasaje”, dijo.

Asegura que en varias oportunidades deseaba morir y no ver a sus hermanitos sufrir de hambre, a veces sin bañarse por la falta de agua, esto hacia que todas las noches llorara sobre su almohada, hecha de trapos viejos y que era su consuelo donde dejaba toda la tristeza que le ocasionaba esta situación.
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Un día, cierto señor que trabajaba cerca de su colegio, comenzó a acercarse a ella, todos los días llegaba a la salida del colegio y casi a diario le llevaba algo de comer, ella vio sospechosa la situación, pero la necesidad hacia que aceptara aquella comida, aunque no quería.

“Aparte de feo, ya estaba viejo, pero a mí no me importó que comenzara a llamarme a diario e insistía en insinuarme cosas, yo solo le seguía la corriente para saber a dónde quería llegar”, dijo con cara de repugnancia y expresiones de desagrado en su rostro.

Uno de esos días de necesidad, ella lloraba porque en su casa no había que comer, ella le comentó lo que le sucedía al hombre mayor, este sin pensarlo le propuso que se vieran en el centro de la capital que allí le propondría algo a cambio de dinero.

Vanesa dice que al principio tuvo temor de ir, pero pensaba en sus problemas económicos y se aventuró, estando ya con este hombre, le propuso ir a un motel que allí no iba a pasar nada que ella no quisiera, “yo sabía lo que este hombre quería, le dije que yo aún era virgen y que no quería que mi primera relación sexual fuera de esa forma y él me dijo que solo me iba a besar y a tocar, que no haría nada más y que a cambio me daría 200 lempiras”.
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Con lágrimas en sus ojos siguió comentando que ella aceptó, ya que los 200 lempiras le parecieron atractivos, estando en el motel, al que Vanesa recuerda muy bien, el hizo todo lo que le había dicho, pero después le propuso algo más, que dejara que tuvieran relaciones sexuales y que a cambio le daría 500 lempiras más.

“Me sentía la niña más sucia de todas, como una prostituta dejando que me tocaran e hiciera cochinadas conmigo a cambio de dinero, jamás había tenido 700 lempiras en mis manos y cuando él me propuso algo más que solo tocarme, lloraba y lo pensaba mucho, pero que cree que termine haciendo… si, tuve relaciones sexuales con él”, expresó con una mirada que reflejaba dolor.

Ese día pasó por el mercado comprando muchas cosas que comer y la alegría de llevar comida a su casa, opacó por un momento el dolor que llevaba en su interior, por haber entregado su inocencia por dinero.

Esto no fue lo peor, ella siguió teniendo estos encuentros sexuales con este hombre casi una vez por semana a cambio de cubrir un poco las necesidades económicas, pero no se daba cuenta de los cambios en su cuerpo.

“Con los días comencé a verme más panzona y yo pensé que como ya no aguantaba hambre, quizá era porque me estaba poniendo gordita, pero no era así, un día mi mamá me preguntó si yo aún era virgen y yo nerviosa le dije que sí, sin saber que ella ya sospechaba algo.

Vanesa a los días se hizo una prueba de embarazo, al ver que también había tenido un retraso en su menstruación, “con miedo me hice esa prueba, mi sorpresa fue ver que era positiva, en ese momento sentí que mi vida se vino abajo”.

Ella asegura que en ese instante no sabía qué hacer, de qué forma le contaría a su mamá, eso era lo que más le preocupaba.

“Pasaron dos meses y mi vientre empezaba a crecer aún más y ya no podía ocultarlo, decidí contarle a mi mama y su reacción no fue la mejor, lo primero que hizo fue pegarme una cachetada llorando”, siguió contando Vanesa con sus ojos llenos de lágrimas, las cuales limpiaba con un pañuelo.

Dijo que a partir de allí su mamá la trataba de lo peor, con insultos no solo hacia ella, sino también hacia él bebé que llevaba en su vientre.
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Al pasar los meses, ella dice que no aceptaba el hecho de que estaba embarazada y se golpeaba el vientre con intención de abortar, al ver que esto no funcionaba dijo que tomaba una cantidad exagerada de pastillas vencidas que había en su casa, con la misma intención pero sin obtener resultados.

“como a los siete meses de embarazo, comencé asistir a la iglesia, recibí consejería y mi forma de pensar comenzó a cambiar, sabía que si mi hijo seguía vivo en mi vientre era con un propósito”, expresó.

Tuvo su hijo y dijo que a pesar de las críticas de sus vecinos, que fueron muchas, ella no se avergüenza de haber sido madre a tan temprana edad.

“Mi vida fue dura durante mi embarazo, ser madre siendo aún una niña no es nada fácil, pero tampoco la solución es abortar, ver la sonrisa de mi hijo me hace pensar en todo lo que intenté hacer para no tenerlo y el remordimiento me mata muchas veces, pero la felicidad de tenerlo en mis brazos, opaca todo eso”, aseguró Vanesa mientras mira a su hijo que ahora tiene 8 años.

Hasta el día de hoy, el padre del niño no sabe de su existencia, ella dijo que no ha vuelto a tener comunicación con él y que prefirió criar a su hijo con ayuda de sus padres, porque el solo recordar el rostro de ese hombre le provoca repugnancia.

“Cada noche pido perdón a Dios por lo que intente hacer, no sabía la gran bendición que significa ser madre, quizás a la edad que tuve a mi hijo no fue la mejor y no le aconsejo a las adolescentes que tengan relaciones sexuales a temprana edad por ningún motivo, que busquen otras soluciones”, terminó diciendo Vanesa ya con una sonrisa dibujada en su rostro.

Vanesa expresó que si pudiera retroceder el tiempo quizá no se hubiera dejado engañar por este hombre, ya que ser mamá a muy temprana edad es una responsabilidad muy grande y que siendo una niña no sabía qué hacer con su vida, el problema económico se vino, su hijo que implicaba más gastos y dejó los estudios a un lado.

“A toda adolescente que conozco le aconsejo siempre que se cuide y que vele por su futuro, que si tienen la oportunidad de estudiar que lo hagan, ya que ser mamá muy joven no es bonito, es algo que marca la vida y que si bien es cierto que un hijo es una bendición, es algo que no se puede reparar nunca, ya que no se piensa solo en uno, sino que en el hijo que uno tiene, porque la prioridad es él”, comentó.

Como el caso de esta joven que se convirtió en madre a temprana edad, en Honduras a diario son más las que se suman, ya que una de cada cuatro adolescentes entre 15 y 19 años se convierten en madres y un 30 por ciento de las mujeres embarazadas del país es menor de 18 años, según un informe del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), dejando a la luz el problema, ya que se suman más niñas teniendo niños, aumentando la pobreza en uno de los países más pobres del mundo.

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