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La secretaria de Goebbels: “Nadie me cree, pero yo no sabía nada”

Brunhilde Pomsel, de 105 años, trabajó para el Ministerio de Propaganda del gobierno de Adolf Hitler

Brunhilde Pomsel es la única testigo viva que trabajó en el Ministerio de Propaganda del gobierno de Adolf Hitler, el máximo responsable del cuál era Joseph Goebbels, mano derecha del dictador alemán. Pomsel, que actualmente tiene 105 años, ha roto el silencio en un documental alrededor de su figura, A German live, estrenado en el festival de cine de Munich.

“En el poco tiempo que me queda- y espero que me queden meses y no años- mantengo la esperanza de que el mundo no se ponga patas arriba como entonces”, asegura Pomsel, en una entrevista en el rotativo inglés The Guardian. “Aunque han sucedido otras cosas horrorosas también, ¿no cree? Me siento aliviada porque nunca tuve hijos por los que preocuparme”, explica.

Pomsel describe a Goebbels y a su mujer como una familia “educada, que siempre nos saludaban”, aunque admite que durante el día no veían lo que hacía en el despacho. “Siempre sabíamos cuando llegaba a la oficina, pero no lo volvíamos a ver hasta cuando se marchaba”, explica.

“Un trabajo más”

Su trabajo de secretaria, como ella misma cuenta, incluía desde amañar las estadísticas de los soldados caídos hasta exagerar el número de violaciones de mujeres alemanas por parte del Ejército Rojo, entre otras cosas. “Un trabajo de oficina más”, según admite Pomsel con crudeza.

“No rompo el silencio para limpiar mi consciencia”, advierte: “Ver la película es importante para mí, porque puedo reconocer delante del espejo todo lo que hice mal, aunque no hiciera más que trabajar en la oficina de Joseph Goebbels”.

Sobre la situación que vivió Alemania entre los años 30 y 40, Pomsel asegura que todo el país “parecía estar bajo la influencia de un hechizo”. Sobre aquellas personas que, hoy en día, aseguran que se hubieran rebelado contra el régimen, la anciana piensa que sus intenciones “pueden ser sinceras, pero creo firmemente que la mayoría no lo hubiera hecho”.

“Sé que nadie nos cree, porque la gente piensa que lo sabíamos todo, pero no sabíamos nada. Todo estaba bajo secreto”. La anciana rechaza admitir que fue ingenua a la hora de creer que, por aquel entonces, los judíos “desaparecidos” estaban siendo enviados a las aldeas de los Sudetes para repoblar aquellos territorios: “Nos lo creímos- nos lo tragamos-. Y fue totalmente creíble”.

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