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Perla Rivera: Poesía Inédita… ¿Por qué escribo poesía?

Escribo poesía para realizar una catarsis a la angustia inherente al ser, como un momento estético, recreando mi extensión,  comparto el momento íntimo que me trastorna o me incomoda y necesita salir de esa incomodidad a la exposición, como un desahogo.

Mis versos fluyen en espacios de alegría o tristeza, justo cuando determinado elemento crea en mi interior algún tipo de inestabilidad. La poesía es belleza y es un reto compartir con dignidad mis letras.

Soy dos, una se quedó en tu beso esa tarde.

Mi único temor es despertar un día y no inventarte. Es obviar en algún instante el laberinto que marcó nuestro encuentro confuso y extraordinario. Porque como todo en esta vida es una extensión, temó buscarte en ella y no encontrarte.

No estamos, no concurrimos, el viento se extiende con violencia, clara evidencia de un otoño anticipado. Desde el inicio habían sombras escampando en las ventanas,  en nuestros encuentros había infinidad de motivos tapizando el suelo, motivos y verdades anudadas al cuello que aún me asfixian, pero ya no nublan mis ojos.

Evado el vínculo que me despierta en las madrugadas y me hace decir tu nombre sentada al borde de mi cama. Observo mis uñas pintadas de marrón, muevo mis pies buscándote en la sombra. Me descubro sola de nuevo y te dejo ir. El amor es algo distinto.

Hoy  la luz rompe con todo supuesto. Algo cambió. Es que hoy dueles y esa complejidad de emociones nada nueva para mí, irrumpe. Trato-sin éxito- de no pensarte, para que el gris que trajo el canto de los pájaros esta mañana se escape como un eco distante. El café me espera  a punto de soportar unas manos ansiosas y huérfanas.  Rodeada de multitudes y solitaria, con paisajes coloridos y ciega, con el fantasma de otros pájaros, aquellos que escondías entre tus dedos para acariciar los míos. De eso hablo, de ti, de lo que ya no eres.

Me dijeron que me ubicara y me ubiqué. Me instalé junto a tus libros de historia desparramados en el piso, junto a tus camisas a medio reparar,  bajo la sombra de tu chaqueta colgada sobre la litografía de Miró. No encuentro mejor sitio ahora, pienso en dolor, vacío y en ti. Me ubiqué pese a todo, pese a saber que dispongo del tiempo que te cabe en una tarde.

Le creo,  desde la promesa de acampar en una calle de concreto, hasta la certeza de que estaré en su mente en algún lapso del día. Espero -y moriré en el intento- crear espacios  para que nada-aún sus multitudes – impidan los besos que inventamos alguna tarde. Estoy a merced de ese horizonte que evoca para mí, de su elocuencia, del caos. Pero me habla de nuevo, lo escucho y yo le creo todo.

Profundidad

La tristeza de mi padre

cava hondo.

Es líquida.

Tanto,

que me sumerjo en ella

y  me ahogo.

Beso

La catedral

en espera

de que unos ojos

y unos labios

cometan el sacrilegio de turno.

Es esta la hora ,

sola entre muchedumbres.

Creo espacios,

donde las huellas que siguen tus pasos

son las que llevan  a mis motivos.

Tan poderosos como el lenguaje de tus dedos.

Nada existe, solo el tiempo en que modelas

la ternura de una tarde

y el enigma de romper  ese abismo

cuando te habito.

Suicida

Te aíslas bajo cerraduras de silencios,

cuando te busco convertido en luz.

He muerto varias veces,

he sido suicida

y un verso me recoge cada noche en el vacío.

Él cruza la calle para verme, yo todas las posibilidades para ser la suya.

Hoy me permito ser cursi, y escribo quizás poesía rosa. De eso hablo, de la geografía  de los gestos, de la exactitud cuando marcas en mi cuerpo las fronteras.

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